Ayer me preguntó una amiga que por qué me niego a querer amar y le contesté que porque aunque se sufre, duele menos que amar y que todo salga mal. Y es que he tenido un año de anestesia para poder ir sacando lo que hace dos quedó enterrado y a punto estuvo de hacerme perder el norte.
Érase una vez hace dos años conocí y me enamoré de alguien como debe ser, encontrándome a la persona en persona y gustándome. Comenzamos a salir y tuve una de las relaciones más bonitas que he tenido con una persona de la que no tengo duda de que hoy sigue siendo una de las mejores personas que conoceré en toda mi vida. Mi familia la aceptó enseguida y a todas luces parecía que por fin lo tenía todo.
Pero primero vinieron los problemas del trabajo, que día a día iban aumentando y dejándome físicamente agotada y lo que era peor mentalmente hecha polvo. Después un bajón de salud que duró meses y que no mejoró las cosas. Una familia que demanda mi atención y una novia que cada día más enamorada me hace sentirme sumamente responsable de ella al sentir que toda su vida se centra y se vuelca en mi.
Siempre he tenido ese sentido de la responsabilidad que me ha hecho estar tan pendiente de todo y de todos que borraba mi propia existencia y me autoanulaba, pero esta vez yo era quien necesitaba ayuda, y justo quienes debían dármela eran quienes me exigían algo a lo que no podía llegar.
Necesitaba dejar mi trabajo y buscar otro para no acabar sicológicamente peor de lo que ya estaba. Necesitaba dejar de estar enferma y volver a mi estado normal. Necesitaba que mi familia no necesitase tanto mi presencia. Necesitaba que mi pareja fuera mi pareja, que escuchara mis llamadas de socorro, que después de más de un año hablara conmigo como pareja, esa faceta que sólo podía tener conmigo, necesitaba que no me necesitase tanto porque su dependencia de mi me estaba asfixiando en un momento en el que necesitaba su ayuda y no que me hiciera sentirme la persona más miserable del mundo por tener un trabajo que no me dejaba vivir la vida con ella como quería y por tanto, no dándole lo que quería darle.
Hace algo más de un año estaba tan agobiada porque las responsabilidades me superaban que mi cuerpo se llenó de contracturas y cuando me despertaba por las mañanas no podía apagar la alarma del despertador porque mis brazos y manos tenían ese hormigueo de cuando se te duerme el pie. Y eso cuando dormía, porque tenia tantas cosas en la cabeza que apenas dormía. Hace casi dos años dejé de tener un solo minuto al día para mí por intentar que todas las personas que quería estuvieran bien….pero no soy una superwoman y pasó lo que intentaba que no pasara….reventé. no pude más y reventé.
Dejé mi trabajo, hablé con mi familia y le pedí tiempo a mi pareja, pero cuando alguien está enamorado no entiende que le pidas 5 minutos para poder buscar otro trabajo, y cuando las cosas que una pareja tiene que hablar no se hablan , entonces no importa que estés con la mejor persona del mundo, porque tú tienes a la persona, pero tu relación con ella no es de amistad, de hermana, sino de pareja y como pareja sólo nosotras dos sabemos lo que pasó, lo que no hablamos y lo que dejamos de hablar.
Después de eso, meses de aislamiento para recuperar mínimamente cuerpo y alma y después , muy despacio, empezar a dar pasos para adelante. En septiembre volví a cambiar de trabajo y empecé a salir poco a poco. Sólo me abro a la amistad, no al amor. Hace no mucho alguien me dijo que tengo miedo a amar. No es así, no tengo miedo a amar, a lo que tengo miedo es a que alguien me vuelva a amar y toda su vida se centre tanto en mí que no pueda estar a la altura aún queriéndola mucho. Soy fuerte pero no tanto como yo pensaba. Soy fuerte pero eso no quiere decir que por no decirlo no lo haya pasado igual de mal. Soy fuerte pero eso no quiere decir que no me joda muchísimo que quien no me conoce me juzgue con total parcialidad. No soy un 10. Nunca lo he pretendido. ¿Acaso se retransmitió mi relación por algún sitio para saber cómo fue el “asi”? ¿ Acaso me he metido yo en tu vida?