Mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla...

Mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla. Mi infancia son recuerdos fijados en la memoria, de tiempos, quizás no mejores,tampoco peores, pero sí diferentes, con personas que ya no están. Mi infancia es recuerdo del toro Osborne antes de que se convirtiera en símbolo patrio y españolista. Mi infancia son recuerdos inocentes de veranos pasados en Briviesca,cuando nos daban las vacaciones escolares, en casa de unos amigos de mis padres.Recuerdos de libertad, felicidad, piscina y risas. Recuerdos de este toro, en lo alto de la colina, indicándonos a unos impacientes niños, que en apenas minutos llegaríamos a destino. Cuando era pequeña, para mi no era el toro de Osborne, sino el de Briviesca, porque era el único que conocía. Hace años que no voy. Ese lo fotografié el verano pasado, en la autopista entre Logroño y Zaragoza.

Pero también era el toro de la botella que mi madre sacaba cuando la hermana mayor de mi padre y su marido venían a casa. En realidad fueron como unos abuelos para mí, teniendo en cuenta que mi padre era veinte años más pequeño que su hermana y para mi padre sus sobrinos eran como hermanos pequeños. Siempre el mismo ritual: su café y su chorrito de coñac, en taza pequeña; una cucharada de azúcar y unas cuantas vueltas para mezclarlo todo bien; después daba un sorbo mientras yo miraba y él me guiñaba el ojo para indicarme que estaba perfecto. Mi tía murió de cáncer. Mi tío nunca se recuperó de su pérdida y se fue apagando lentamente.