Ayer, de vuelta a casa después del trabajo, la noche era mucho más oscura gracias al cambio de hora. Y yo, como casi cada noche desde hace algo más de un año, al pasar por un nuevo edificio cercano a mi casa miré buscando una luz más encendida indicando algún vecino nuevo en el bloque. No sé por qué empecé a hacerlo pero, de repente, un día me di cuenta de que en aquel edificio sólo había una luz encendida en todo el bloque cada noche cuando yo volvía, y no sé por qué pero me causó una enorme tristeza. Pensé en lo triste que tiene que ser vivir tú sola en un edificio. Cuando unos meses después, una noche, vi una luz nueva, en otro piso, encendida, me alegré. Y desde entonces, cada día, al regresar del trabajo, miro buscando una nueva luz. Encontré otra nueva hace unos meses. Ya son tres vecinos en todo el bloque, pero me sigue dando inmensa tristeza. Y no es que a mi me guste socializar con mis vecinos, que son peores que los de “Aquí no hay quien viva”, pero es que un edificio fantasma tiene que dar mucha tristeza a quien vive en él rodeado de carteles de “Se vende”.
Hoy he tenido un día agotador pero estoy de un excelente humor. Hace tiempo que no me sentía tan tranquila y dueña de mi vida y también de mi futuro, y es una sensación que me gusta. He ido a la universidad. Con Bolonia todo ha cambiado y ahora no vale con seguir con la tesis a tu ritmo una vez registrada. Ahora hay que pedir prórrogas y matricularse cada año con el consiguiente pago de una cantidad de dinero que me ha parecido un atraco a mano armada y que me ha hecho plantearme no seguir adelante con la tesis, pero bueno, tengo tiempo hasta el 31 de diciembre para decidir qué hago. Si sigo mi directora de tesis tendrá que elaborar dos informes anuales sobre mi progreso, lo cual me obligará a llevar un ritmo de investigación que no sé si podré cumplir e imagino que tendré que empezar a viajar a Barcelona con cierta regularidad. No es que esto no estuviera en mis planes, pero sí lo estaba a un ritmo más lento.
Hoy he tenido un día agotador pero estoy de un excelente humor. Hace tiempo que no me sentía tan tranquila y dueña de mi vida y también de mi futuro, y es una sensación que me gusta. He ido a la universidad. Con Bolonia todo ha cambiado y ahora no vale con seguir con la tesis a tu ritmo una vez registrada. Ahora hay que pedir prórrogas y matricularse cada año con el consiguiente pago de una cantidad de dinero que me ha parecido un atraco a mano armada y que me ha hecho plantearme no seguir adelante con la tesis, pero bueno, tengo tiempo hasta el 31 de diciembre para decidir qué hago. Si sigo mi directora de tesis tendrá que elaborar dos informes anuales sobre mi progreso, lo cual me obligará a llevar un ritmo de investigación que no sé si podré cumplir e imagino que tendré que empezar a viajar a Barcelona con cierta regularidad. No es que esto no estuviera en mis planes, pero sí lo estaba a un ritmo más lento.
De vuelta a casa he decidido pasear un poquito en vez de tomar el metro en la estación más cercana a la universidad. He aprovechado para hacer alguna foto, aunque pocas porque ni la luz era la ideal, ni he visto gran cosa que llamase mi atención. Al pasar por la mejor pastelería de Bilbao no he podido resistir la tentación de entrar y comprar los mejores pasteles que he probado en mi vida y de paso endulzarle un poco el día a mi familia.
Mi sobrino estaba en casa de mis padres cuando he ido a llevarles los pasteles. Está malo y mi hermana le ha dejado allí un ratito. Me he reído un montón con él. Últimamente, con la cercana llegada de su hermanita está en plan príncipe destronado y reclama nuestra atención así que hay que tener paciencia con él.
Tengo tantas ganas de hacer cosas, tantos proyectos en marcha que estoy cansada, pero es un cansancio agradable que no me molesta. Y sólo tenía que hacer las cosas de diferente modo a como llevaba años haciéndolo… y es que para tener un día redondo no hace falta comerse un donuts, también vale un pastel cuadrado de la mejor pastelería de Bilbao. Ummm